domingo, noviembre 16, 2008

Jóvenes que toman la batuta, los nuevos magos de las orquestas

Tienen menos de 35 años y dirigen distintas orquestas de Venezuela y el mundo. Paralelamente al fenómeno Dudamel, hay una generación que se sube al podio con sobrado talento.
Los nuevos magos de las orquestas
De la punta de sus "varitas" salen maravillas. Inspirados por el empuje de José Antonio Abreu, cinco miembros de una creciente ola de batutas cuentan cómo suben al podio para refrescar la música clásica en Venezuela

--Magaly Rodríguez mrodriguez@el-nacional.com
--Fotografia Marcel Cifuentes marcelcifuentes@gmail.com
--Producción Franciest Poller fpoller@el-nacional.com
--Utilería Yanise Tinoco
El Nacional - Todo en Domingo



Diego Matheuz

Claudio Abaddo se cansó. El director italiano, quien fuera director artístico de La Scala y llevara las riendas de míticas orquestas como la Filarmónica de Berlín y la Sinfónica de Londres, le pasó la batuta a Diego Matheuz durante un ensayo en Sevilla. "Toma, dirige el segundo movimiento". El joven violinista lo miró perplejo y le respondió con sinceridad. "Maestro, no puedo. Tengo un hombro lesionado". Abbado ni se inmutó.

"Tranquilo, hazlo con una sola mano". Hoy Matheuz recuerda la honorable anécdota con una risa sonrojada. "Por supuesto que del tiro se me fue quitando el dolor.

Empecé a dirigir con una mano y terminé con todo el cuerpo. Casi me desarmo".

Hace un par de semanas, Matheuz fue el encargado de conducir a la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar en Oviedo, España. Era la primera presentación de la emblemática orquesta luego de que José Antonio Abreu recibiera el premio Príncipe de Asturias de las Artes.

"Esa gente se volvió como loca, como cuando fuimos al festival de los Proms en Londres. Se matan por nuestras chaquetas. Nos ven como estrellas de rock", se ríe el barquisimetano de 24 años.

A Diego Matheuz no le ofende que lo asocien informalmente como "el suplente de Dudamel" al frente de la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar. "Ni Christian (Vásquez) ni yo montamos una obra pensando que suene como Gustavo la montaría, sino como a nosotros nos gustaría escucharla. Cada director tiene un estilo y la orquesta sabe adaptarse a esas cosas. Lo bueno es que la gente joven también está más abierta a esta música: hay chamos que van a los conciertos y que nos escriben por Facebook para felicitarnos".

Carlos Izcaray

Como él, una precoz generación de directores se sube al podio con bríos indetenibles, bajo el ala del exponencial sistema musical de Abreu. Muchos dirigen orquestas nacionales y ya han probado la conducción internacional. Vuelven triunfales de los concursos de dirección y las invitaciones foráneas les llueven. "Este auge tiene mucho que ver con la enorme cantidad de orquestas que necesitan conductores, y sin duda también tiene relación con el renombre que Gustavo (Dudamel) le ha dado al oficio", dice Carlos Izcaray, a quien la pasión por el podio le viene de casta. Su padre –el reconocido director Felipe Izcaray– fue quien lo inició en los vaivenes de la batuta. "Uno lleva el pulso de cómo respira la orquesta, y como aquí hay tantas para dirigir, las horas de vuelo ayudan mucho", señala.
Carlos Izcaray también ha afrontado sus propias etiquetas, pues muchos músicos lo conocían con informalidad como "el chamo" de Felipe Izcaray. "Eso me pasó muchas veces, pero cada vez menos. Hay gente que al principio asumía que me dejaban dirigir orquestas sólo por ser hijo suyo. Negar a mi papá sería absurdo, porque es una ventaja que él me enseñara tanto", señala. "La forma de ganarse el respeto es estudiar mucho, no desperdiciar el tiempo, confiar en que la orquesta puede corregirse sola hasta cierto punto, sin criticarlo todo", explica. "Hay que saber surfear entre cuándo motivar como un entrenador y cuándo imponerse como un fiscal. No se puede complacer a todo el mundo. Uno debe transmitir seguridad, saber representar al grupo y respetar el trabajo de cada cual, porque a muchos directores se les olvida lo que es ser instrumentista", dice Izcaray, quien comenzó como cellista.


Elisa Vegas

Para Elisa.
Quien busque a la directora Elisa Vegas y espere a una señorona encopetada se va a llevar una grata sorpresa. A sus 22 años, en zapatillas y con el pelo peinado en una media cola, Vegas está habituada a dirigir grupos de todas las edades: su varita precoz conduce la Orquesta Infantil y la Juvenil de Chacao, y es directora asistente de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas. La joven clarinetista, que fue como oyente a un curso de dirección para acompañar a un amigo, destacó entre 70 personas y terminó dirigiendo el concierto final. Hoy es pupila del director Rodolfo Saglimbeni.

En un medio en el que se espera que el director sea un hombre maduro, la frescura femenina de Vegas podría parecer casi fuera de lugar, aunque eso no le preocupa.

"Me ha tocado dirigir a músicos que son mayores que yo y a gente que admiro muchísimo. Claro que para algunos al principio es un
shock que los vaya a dirigir una
mujer, y que además sea tan joven, pero si uno llega con la obra bien estudiada y sabe lo que está haciendo, eso pasa a un segundo plano. Un director pierde o se gana el respeto de una orquesta en los primeros minutos: si los demás perciben que tienes criterio y una idea sólida de lo que quieres, deja de importar el sexo o la edad que tengas. Simplemente eres diferente".

Christian Vásquez

¿Qué hace un director?
Si la orquesta ensaya durante semanas y si la partitura está bien aprendida, ¿para qué hace falta un director? Los jóvenes conductores están habituados a estas preguntas indelicadas sin tomárselas a pecho.

"Uno viene siendo como el Dj que se ocupa de mezclar la música, de organizar lo que va a hacer cada instrumento e ir ensamblándolos todos", explica Christian Vásquez.

"Uno es quien va decidiendo el tono de la obra sin alterar la intención del compositor, el que le da color a la partitura cuando decide si los violines son más melancólicos o más alegres, si los clarinetes son más brillantes o más sutiles.

Aunque es verdad que la partitura ya está escrita y que casi todo está ahí, las formas de ejecutarla son infinitas, y si el director no está allí hasta el final para encarrilar las cosas, con tanta gente todo puede salirse de control".


Dietrich Paredes

¿Se puede improvisar durante un concierto?
"¡Claro que se puede!", dice Dietrich Paredes con entusiasmo. "Por supuesto que uno no va a inventar a última hora una cosa descabellada que irrespete la obra, pero si cuando estás ahí parado sientes una emoción tal o quieres resaltar algo y se lo transmites con los gestos a la orquesta, ellos te siguen".

¿Qué se siente justo antes de entrar al escenario?
"A mí me dan ganas de ir al baño. A veces voy corriendo y otras me aguanto", dice risueño Matheuz. "Esos segundos previos a la salida del director me encantan. Es un nervio hermoso", confiesa Paredes. "Sientes la energía de que vas a dejar el alma ahí arriba y lo que quieres es que la gente se la lleve".

OJSB - Mambo. Auditorio Principe Felipe. Oviedo. Octubre 2008




Fuente:
El Nacional - Todo en Domingo

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