martes, julio 10, 2007

Oscar Molinari, "5 segundos + de vida"

El artista Oscar Molinari reflexiona sobre la violencia
Para el artista plástico la belleza puede ocultar la cara más tenebrosa del ser humano. Guiado por esa idea creó su más reciente muestra , en la que los protagonistas son los “chuzos”, utilizados en las riñas carcelarias. Una docena de cuadros que invitan a la reflexión en torno a la muerte y la violencia, conforman la exposición "5 segundos+ de vida", del artista Oscar Molinari, la cual se inauguró el jueves 22 de marzo en la Galería 39 de El Hatillo, donde permanecerá hasta el 29 de abril.

Haciendo uso de una técnica mixta de fotografía sobre acetato, este artista muestra en su más reciente producción una diversidad de “chuzos”, objetos terribles fabricados por los presos para defenderse o atacar dentro de las cárceles, que en la obra de Molinari se transforman en íconos representativos del lado más oscuro de la vida, y en doloroso recordatorio de nuestra indiferencia a la espantosa realidad que nos rodea.
En la exposición Cinco segundos más de vida “la maldad ha sido transfigurada en objetos de una belleza terrible, porque la belleza puede ser el antifaz del demonio”, afirma el autor.



Oscar Molinari ha desarrollado una importante carrera artística entre París, Nueva York, México y Caracas, obteniendo significativos logros a lo largo de su trayectoria. Su obra forma parte de importantes colecciones públicas y privadas, y será objeto de una gran retrospectiva en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas a principios del 2008. Además de ser pionero en la utilización de los nuevos medios en las artes plásticas, así como en el videoarte en Venezuela, Molinari se ha destacado por la realización de dos cortometrajes en 35 mm., ganadores de varios premios internacionales.

Somos todos asesinos, todos culpables de todas las muertes cotidianas, de los abusos del poder, del yugo y de las cárceles, del terror que se construye a nuestro alrededor.
Son Èstos objetos terribles, y sacros. Han sido objetos de culto, de sacrificios, de poder. Han sido amuletos contra la muerte, han sido horas, dÌas de minuciosa devoción, construcción, perfeccionamiento, embellecimiento, afilamiento, cada uno una extension de todas las energÌas del miedo, de la soledad, del abandono, de la desolación, y del mal.
La belleza es a veces el antifaz del demonio.
Oscar Molinari, 2007

El trabajo creador de Oscar Molinari es conocido desde hace varias décadas, desde cuando introdujo (como factores protagónicos, y no como contrabando estético) el uso de las nuevas tecnologías en el arte venezolano. En sus obras se revelaban entonces los nuevos medios electronicos, digitales y cibernéticos, alternando con el uso novedoso de medios no tan nuevos, como la fotografía, el cine y el video, intervenidos con los medios clásicos tradicionales de la pintura, el dibujo, el grabado y el collage. Con estas herramientas intentó siempre conformar nuevos lenguajes, con planteamientos inusuales, diferentes, alternativos.
Como resultante paradógico de ese empeno, las obras de Molinari plantean, en formas novedosas, las eternas preguntas y los antiguos enigmas que la humanidad ha enfrentado angustiosamente desde siempre.
Esta vez, el trabajo de Molinari gravita sobre las dos pulsiones más profundas del hombre: Eros y Thanatos, en dos series de obras que habrá de mostrar en exposiciones paralelas, aunque no simultáneas. Una de ellas, la de Thanatos, la pulsión de la muerte, es esta dedicada a los chuzos.



En el clima exasperado de inseguridad y de violencia en que vivimos, es el mundo de la cárcel el reducto de mayor degradación humana. En ese inframundo, es el chuzo el objeto emblemático de la abyección y del mal en su grado más extremo.
Con ese objeto infame Oscar Molinari ha tenido la osadía de hacer obras de arte y de convertirlo en el tema único de esta muestra. Ya lo hizo alguna vez Sara Maneiro con sus fotografías de chuzos y de pistolas artesanales decomisadas en las cárceles venezolanas, pero las expuso como fotos documentales que mostraban una realidad terrible. Molinari, por el contrario, no se limita a la mera realidad de los chuzos. Los convierte, aunque parezca increíble, mediante recursos tecnológicos de exquisito refinamiento, en objetos preciosos de impecable pureza visual, aún más allá de los serruchos y espátulas pegadas en cuadros de Alejandro Otero.
Aunque Lessing, en su famoso tratado _Laocoonte_ haya demostrado que en el arte hay cosas que no pueden ser mostradas, no por moralismo sino por incompatibilidad perceptiva, Molinari logra combinar con sus insólitos chuzos una _pureza_ visual con un horror antihumano, Y eso radica, precisamente, la mayor virtud de estas obras, en las que se manifiesta ostensiblemente lo que es el antiguo principio pitagórico de la Armonía, al mismo tiempo que logra la _coincidentia opositorum_, la unidad de los contrarios. Mientras mayor sea el antagonismo, mayor sera la armonía, y más conmovedora la obra de arte.

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