lunes, febrero 05, 2007

Oswaldo Pérez Quintero y su afición por las “joyas andantes”.

La ilusión de transportar a la actualidad una joya de cuatro ruedas que vio pasear en su adolescencia, llevó al ingeniero mecánico Oswaldo Pérez Quintero, a convertirse en un singular fabricante de réplicas de carros que resultan fantásticos juguetes para muchos de sus clientes

Hace 40 años, en su época de estudiante, observó con admiración su primer vehículo antiguo, era un Morris Garage (MG) deportivo, que le robó el sueño, pero no por querer tenerlo sino por construirlo, pues él va más allá. Desde entonces, Oswaldo Pérez Quintero desarrolló una gran afición por estas “joyas andantes”.
Años más tarde, salió de Venezuela rumbo a Estados Unidos para convertirse en ingeniero mecánico. Una vez cumplida su meta regresó a su país de origen y desde entonces ha dedicado gran parte de su vida a fabricar reliquias de cuatro ruedas con sello tricolor.
Viaje en el tiempoAl entrar en el taller de Ensamblaje y Servicio Automotriz, en el barrio Guamachito de Barcelona, perteneciente a este fabricante de “sueños rodantes”, da la impresión de que se realiza un viaje a través del tiempo.
Los visitantes pueden encontrarse con auténticas reliquias automovilísticas como un Ford Cobra 1966 parecido al que usaba Meteoro, famoso personaje de caricaturas de los años 60 y que siempre estaba a toda velocidad, y otros modelos no menos populares como el Ford 1923, Chervrolet Bel Air o el Fiat Dino diseñado en 1970, que son los más pedidos por los clientes.Dada su antigüedad no es fácil creer que funcionen, pero sí lo hacen y a la perfección.Este artista de antigüedades rodantes lleva tres décadas cuidando y “mimando” todos los autos que pasan por sus manos, para que destaquen y obtengan larga vida.
El fabricante de estas réplicas de carros “viejos” sabe complacer a sus clientes creando el auto según la personalidad de cada quien.A Oswaldo Pérez le gusta su trabajo. “Es muy variado y poco común”, dice.Hace de todo: busca piezas, habla con los clientes. “Por lo general esto suele ser muy interesante… No hay un día parecido a otro”.
Es una ocupación agradable que deja boquiabiertos a los que visitan a este particular artista en su taller.Pérez define esta actividad como su vida y asegura que “no hay nada mejor que hacer lo que más guste”.Este apasionado hombre de herramientas guarda en su casa dos grandes “juguetes” hechos por él: un Chrysler Roadster del año 1926, color ladrillo y un Chevrolet Bell Air 1955, color rojo. Son sus consentidos.No sólo el artista pasea en estos vehículos de colección. Su esposa Lisbeth Betancourt lo acompaña desde los inicios en esta peculiar afición.
La hija de ambos, Jéssica Carolina Pérez, también se ha dejado enganchar por un modelo clásico y su padre le construye uno.

Fuente: Diario El Tiempo

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